Fuente: http://www.rissiglicha.com/2009/08/18/educacion-politica-dominicana-palabras-con-la-letra-p/
MIAMI—No dejo de asombrarme de la tranquilidad con la que algunos políticos le faltan el respeto a sus pueblos, mostrando así una gran falta de educación y civismo pero, sobre todo, de indiferencia y desprecio por el coeficiente de inteligencia popular de los mismos que con sus votos los llevaron al poder. Ese es el triste caso de la República Dominicana bajo el régimen de Leonel Fernández Reyna como queda plasmado en la más reciente charla presidencial que más que eso es una lección popular sobe el uso de palabras con la letra P en la política dominicana.
Meses atrás la economía estaba “blindada”. El país era ejemplo del desarrollo hemisférico. Iba pa´ lante. Aún así necesitó de una amplia coalición de partidos menores para evitar un ballotage. Volvió a encaramarse al palo. Ordenó una nueva línea del Metro. Y, por aquello de no olvidarse del corazón de la nación, le ofreció un tren bala a los santiagueros.
El primer presupuesto de su tercer mandato presentaba un déficit estructural, no financiado, ascendente a más de dos mil millones de dólares estadounidenses. No cumplía ni con la sobriedad fiscal de los preceptos básicos que definen la buena administración de los recursos públicos, como tampoco cumplía con la más elemental observancia de la Ley pues, en vez de asignar el mandatorio cuatro por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) para la educación, el monto asignado apenas llegaba a la mitad.
Meses más tarde, el turismo está de picada, las remesas se desploman, las exportaciones, ni hablar, las ventas de algunos artículos han caído más de un cincuenta por ciento, razones todas por las que los ingresos fiscales reflejan la precaria situación económica por la que atraviesa la República Dominicana país que ha observado, sin embargo, un importante repunte en la nómina pública.
Pero para asombro de todos, es ahora, precisamente en medio de una seria crisis económica, que olímpicamente, sin mirar atrás, ni asomo alguno de arrepentimiento, ni mucho menos sentido de expiación, que Fernández Reyna hace un llamado a los diputados a “buscar fuentes de ingresos” para cumplir con el compromiso con la educación.
Y, ¿quién es el que ha estado al mando de la nave de Estado? ¿Quién es la persona responsable por el presupuesto público? ¿Quién envía las recomendaciones presupuestarias al Congreso? ¿El secretario de Educación? ¿Los diputados? No, hombre, el responsable de cuánto se le asigna a la partida de educación, el mismo que tramita el envío del presupuesto de gastos ordinarios para cada ejercicio fiscal a través del secretario de Hacienda, no es otro que el presidente constitucional de todos los dominicanos, el mismo que, al inaugurar el nuevo curso escolar, pide que otros cumplan con la Ley.
Es decir, el mismo que no le asignó lo que tiene que asignarle en Ley a la educación ni este año, ni en ningún momento en el cuatrienio anterior en que ocupó el Palacio Nacional, es el mismo que ahora reclama que los diputados busquen más recursos para hacerle justicia a la educación en un país en donde se pretende pagar la deuda petrolera contraída con PetroCaribe con frijoles negros, o caraotas como es que los conoce el pueblo venezolano. ¿Cómo es posible semejante planteamiento? ¿Con qué fuerza moral hoy se reclama lo que ayer, conscientemente, no se hizo en contravención de la Ley?
No se asignaron los dineros que tenían que asignarse a educación aunque nunca le faltaron al Metro. Tampoco le faltaron recursos para la contratación de familiares, entre éstos el propio hermano de Fernández Reyna, residente de paso en los Estados Unidos de América, como tampoco faltaron recursos para que la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEE) también donara fondos públicos a la fundación propia del presidente, Fundación Global y Desarrollo (FUNGLODE). Ni tampoco escatimó en nombrar al titular destituido de la CDEE Radhamés Segura a una secretaría de Estado sin cartera como asesor energético de la presidencia, así rodeándose del responsable de no resolver el entuerto eléctrico para, de paso colocarle en posición de gozar de privilegio de jurisdicción que sólo permite que sea investigado por la Corte Suprema de la República, algo que a través de la historia ha resultado ser algo tan usual como una nevada en la capital primada de América.
¿Cuál es la lección del día? ¿Qué aprendimos hoy del malabarismo político y de la profesoral disertación del primer ejecutivo dominicano? Que la P es una letra que sirve para encabezar palabras de primordial importancia para entender la coyuntura nacional de la República Dominicana: político, posibilidades, prestaciones, patrimonio, presupuestos, promesas, políticas, palabrerías, pamplinas, participación, popular, pataleo, plutocracia, presidiario, penitencia, permuta, permiso, perdón y, entre otras más, presidencia—cuestión por la cual esta lección no debe tratarse como cualquier pendejada, particularmente, por la prensa.