Palabras de Víctor Bisonó en su juramentación como miembro del Instituto Duartiano
En este momento con mucha humildad, se me alegra el alma y se me ensancha el pecho en ocasión de distinguirme por pertenecer a un grupo que le rinde tributo a lo más puro y noble que puede haber en el quehacer político, es decir aquellos que aportaron sus bienes, su libertad y su sangre, sin pedir nada a cambio, pero para tener Patria, porque aquí le rendimos culto a quien no tuvo ni siquiera el privilegio de morir en su tierra, pero esto es una escala más en su gloria por que indica el desinterés y la nobleza de sus sentimientos.
Gracias a cada uno de ustedes por el honor que me hacen de compartir esta emoción. ¡Gracias!
Juan Pablo Duarte ha sido siempre mi adalid.
Primero, en mi casa era ejemplo permanente… Aquí está mi madre Ivonne Haza, quien es una dama duartiana. Igual fue mi padre, el arquitecto Víctor Bisonó Pichardo, quien realizó los trabajos de restauración de esta casa de Duarte en el año 1961, y ahora que lo pienso, desde que tuve uso de razón.
Luego, en mis años de escuela, sobre todo en la clase de Historia Dominicana, de octavo, Juan Pablo Duarte fue siempre personaje admirado hasta la veneración.
Esa veneración a Duarte, como mi adalid, ha ido creciendo con los años, con cada oportunidad que me ha dado y me da la dedicación al servicio político para hacer práctica constante de sus ideas y enseñanzas para hacer patria y vivir en ella.
De Juan Pablo Duarte me admira su visualización de la patria como resultado de la hermandad, de la solidaridad y del compromiso de bien hacer.
La patria duartiana es una idea visionaria de nación construida desde los ideales de los jóvenes de cada generación y coyuntura: hermandad, solidaridad y compromiso de bien hacer. DIOS, PATRIA Y LIBERTAD. Hermandad, solidaridad y compromiso de bien hacer… No es por azar que los grandes cambios y aportes a la patria, ayer como hoy, han sido y son motorizados por los jóvenes. En cada generación se renueva y engrandece la patria idealizada por Duarte, que vamos construyendo.
En la compilación hecha por Don Vetilio Alfau Durán, del Ideario de Duarte, publicado por este Instituto Duartiano, he contado que Duarte utiliza la palabra patria en 32 oportunidades. Duarte utiliza la palabra patria en su apostolado, como resultado de permanecer en la esperanza, de no desmayar en la fe, del tesón en la entrega incondicional al bien.
En esta casa se siente la presencia del gran padre, que nos guía hacia la patria comprometida por los Trinitarios la mañana del Día del Carmen de 1838.
Igual que hoy cuando nuestros jóvenes se reúnen en La Lira o la Plaza de la Bandera o en las plazas y parques de nuestros pueblos y ciudades, fueron también jóvenes los que esa mañana del 16 de julio de 1838 juraron por el ideal de patria propuesto por Duarte. Una descripción impresionante de esta escena y de su escenario la he leído y releído en El Cristo de la Libertad, del Dr. Joaquín Balaguer, uno de los maestros duartianos estudiosos de la figura y legado del padre fundador. De este capítulo dedicado a la fundación de La Trinitaria, les leo, imaginando las escenas:
Cuando todos los que habían recibido la cita de honor se hallaron presentes en la casa número 51, -la casa de doña Chepita, la madre de Juan Isidro Pérez- acomodados en las butacas de pino de aquel hogar en que todo respiraba orden y limpieza, Duarte se puso en pie para explicar a sus discípulos el motivo de la convocación y enterarlos de sus proyectos.
Empezó su discurso, largamente meditado, con aquella voz suave, vibrante de emoción, que todos conocían bien por haberla oído tantas veces en el diálogo familiar o en la cátedra revolucionaria.
Después de aludir a la solemnidad del día, propicio a la determinación que iban a adoptar, puesto que en ésta iría envuelto un juramento sagrado, habló de los padecimientos de la patria y de la necesidad de organizar su liberación por medio de una propaganda sigilosa pero incesante y activa. Ningún recurso debía ser omitido para lograr esos fines.
Luego continúa: El primer paso que debía darse era el de una labor de agitación secreta dirigida a levantar la fe del país que permanecía con la conciencia postrada.
Para finalizar relata: Los nueve debían multiplicarse difundiendo infatigablemente el ideal revolucionario entre todos los dominicanos. Pero nadie, con excepción de los comprometidos en el pacto que serviría de base a la constitución de “La Trinitaria”, debía conocer las actividades del grupo que se organizaría como sociedad secreta.
Igual que ayer, hoy, diría nuevamente Duarte, entre nosotros: “El buen dominicano tiene hambre y sed de la justicia ha largo tiempo, y si el mundo se la negase, Dios que es la suma bondad, sabrá hacérsela cumplida y no muy dilatado; y entonces, ¡ay! de los que tuvieron oído para oír y no oyeron, de los que tuvieron ojos para ver y no vieron ¡la eternidad de nuestra idea! Porque ellos habrán de oír y habrán de ver entonces lo que no hubieran querido oír ni ver jamás.
El año que viene habremos de conmemorar el bicentenario del nacimiento de Juan Pablo Duarte, como nos lo recuerda Don Jorge Tena Reyes al final de su trabajo de investigación sobre Duarte, publicado en julio de este año por el Banco Central en el número 181 de su Colección.
Don Jorge plantea que “El próximo bicentenario del natalicio del Padre de la Patria debe ser aprovechado con actitud cívica, para encontrarnos con su ideario como legítimos herederos de su inmenso sacrificio, comenzando por consagrar como inamovible la fecha de su natalicio.”
Hacemos de todos y todas esta magnífica propuesta del Dr. Tena Reyes y ofrecemos, en nuestra calidad de Diputado, elevar al Congreso Nacional la legislación consecuente con ella.
Para finalizar, digamos con Duarte:
“Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria”.
¡Viva por siempre Juan Pablo Duarte!
Gracias. Dios los bendiga a todas y todos.
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